martes, 20 de noviembre de 2018

No Esperes A Lo Inevitable

Los gritos de auxilio llenan el lugar. Tengo mucho miedo. Sí, lo confieso. Tengo miedo por mi vida y la de mi familia. ¿Por qué tuvo que pasar esto hoy?  Cuando sentía que podía dejar mis rencores a un lado. Mi hermanita aferra sus brazos alrededor de mi cuello, mientras mi padre, atrás de nosotros,  decía a gritos que  siguiéramos avanzando. Estaba oscuro, pero estoy casi seguro que estamos físicamente bien, excepto Dani. No quiero pensar en lo que nos está sucediendo. Solo quiero salir de aquí con mi familia.

Después de caminar más o menos 20 minutos, llegamos a un lugar seco. Ahí están reunidas todas las personas algunas tratando de consolar y calmar a los herido. Es de noche y no sabemos qué hacer. Solo nos resta esperar a que la ayuda venga por nosotros. Repentinamente, empezamos a escuchar el giro de hélices. Gracias a Dios la ayuda no tardó en llegar. En los primeros helicópteros que logran aterrizan, comienzan a subir a las personas que están más heridas y necesitan atención urgente, además de una que otra mujer embarazada. Llega un helicóptero y como llega, vuelve a irse. Una y otra vez. Ya casi no hay nadie porque se escuchan menos los murmullos y lamentos. Descendió el último helicóptero, Por fin vamos a dejar el horrible lugar. Embarcamos todos y de repente, mis ojos ven algo que es completamente imposible.

10 meses antes…

Como era usual, el fastidioso chirrido de la alarma me despertó a las cinco menos cuarto de la mañana. Sin ganas y aun sintiéndome muy cansado me levanté de la cama y me dirigí al baño para tomar una rápida pero minuciosa ducha. Debía darme prisa porque en cualquier momento se despertaría el resto de mi familia,  mi hermana para ir al colegio y mis padres para su trabajo. Terminé de alistarme, tomé mis cosas de la universidad sin olvidarme de empacar mi reproductor de música y sus audífonos. Y sin más, salí de mi casa con un vago adiós. Ya eran las cinco y cuarenta. Afuera apenas se empezaban a vislumbrar los primeros rayos del sol que no alcanzaban tocaban tierra ya que la neblina espesa aún se negaba a dejar el lugar. Saque los audífonos y me sumergí en mi mundo mientras me disponía a caminar para llegar a la estación de transporte. Aleatoriamente se reprodujo aquella canción de Amy Winehouse, la cambie rápidamente porque no me apetecía recordar cosas malas del pasado.

Luego de esperar por más de media hora el malnacido bus y otra hora de un trayecto largo, por fin llegue al lugar de destino. Apresure mi  paso para no llegar tarde a la clase de Electromagnetismo. El profesor González era un amargado que no perdonaba 2 minutos de retraso. Además, no podía darme el lujo de tener una falla más, la materia la tenía en riesgo por las notas bajas. Si mi papá se enterara de eso, se lo tomaría muy mal. Acordándome de eso decido subir las escaleras corriendo. Haciendo omisión a los reproches de las personas a las cuales empujaba.

Cuando llegue al quinto piso del edificio, podía ver que la puerta del salón aún abierta, pero al entrar, no había nadie allí. No podía ser. Observe que en el tablero había una hoja de papel, en ella se nos informaba que la clase había sido cancelada. En cierto punto no era algo malo, ya que podía irme a algún otro lugar.

Existía un pequeño parque cerca de mi casa, en él solo se encontraba un pequeño pero reconfortante quiosco de madera. Era mi lugar favorito, solía ir allá cuando necesitaba un momento de soledad y tranquilidad luego de haber peleado con mis padres. Todo lo que necesitaba conmigo era un par de hojas de papel y mis lápices para dibujar para encontrar esa tranquilidad. Salí de la universidad para realizar de nuevo todo el viaje. Pero antes decidí que pasaría por San Victorino para comprarme una caja de lápices y colores nueva. Llegue a mi casa y solo entre para sacar una colchoneta. Me di cuenta que tendría que volver temprano ya que el calendario puesto en la cocina me recordó que ese día debía organizar la casa. Bueno, por unos minutos más que me tarde no habrá problema, pensé.

Cuando llegue al quiosco, aliste mi campo de trabajo. Primero coloque la colchoneta en el suelo y luego busque un cuaderno para apoyar las hojas, después saque el caballete de lápices nuevos. Primero terminé el dibujo que estaba haciendo de una persona especial. Solo debía agregar unas cuantas sombras. Luego seguí con la ilustración de mi comic. Unos meses antes había visto en internet la publicidad de un concurso que patrocinaba una de las mejores empresas de comics. Mi meta era terminarlo antes de que llegara diciembre ya que debía envíalo la segunda semana del mes. Es por esto que apreciaba mucho los espacios que tenía para venir a este lugar. Si mi padre se enterara de lo que estoy haciendo no le gustaría nada.  Luego de un tiempo, tomé mi celular para mirar la hora, eran las cinco menos diez de la tarde. ¿A qué hora se me había hecho tan tarde? No había comido nada y apenas empecé a sentir hambre. Hacía frío y amenazaba con llover, debía llegar rápido porque de otra manera se mojarían mis dibujos. Además, no alcanzaría a organizar la casa. Pero cuando ya me disponía a salir, comenzó a caer un aguacero. No podía salir. Por nada del mundo se debían mojar mis dibujos. Decidí esperar un rato mientras se calmaba la lluvia. Pasaron unos 40 minutos y  vino la calma, con eso me dirigí rápidamente a mi casa. Cuando llegue, eran las seis. Ya estaba oscuro y dentro de mí ya sabía lo que se avecinaba. Obviamente mis padres acababan de llegar a casa y encontrarla de la misma manera a como la dejaron en la mañana hizo que su estrés acumulado por el trabajo aumentará. Furiosos me recriminaron mi hora de llegada y por qué no había ayudado con los deberes. Rápidamente les expliqué que había salido tarde de la universidad y luego comenzó a llover demasiado y no quería mojarme.

-        -  ¿Ah ,sí? - dijo mi padre. -  Entonces, ¿ Dónde está tu maleta? y ¿Por qué tienes una colchoneta envuelta detrás de tu saco?

Carajo! Ya me había descubierto y no sabía qué otra excusa inventarme

-        -  Hijo… - Comenzó a recriminar mi madre. - No me digas que has vuelto a ese lugar de nuevo. Sabes que es peligroso. En ese lugar asesinaron a tu abuela sin razón alguna.

 Aquí vamos de nuevo.

-       - ¡Esto no tiene nada que ver con el asesinato de mi abuela, madre! Sabes bien que ese día ella llevaba sus joyas puestas, igual que siempre; y nunca fue discreta al momento de usarlas, era casi seguro que le pasaría algo malo en cualquier momento, y bien se lo dijiste varias veces.
-          !No le hables así a tu mamá! Si te lo repetimos muchas veces es para protegerte. Además, deberías estar adelantando tus trabajos de la universidad. No entiendo por qué te empeñas en seguir dibujando esos muñecos. Estoy seguro que en tu carrera no te demanda tantas pendejadas de esas.

Y eso fue la gota que derramó el vaso de mi paciencia. Restándole importancia a sus comentarios y con un agresivo “Tú no te metas en eso”, me fui furioso a mi cuarto. Subí las escaleras de dos en dos y cuando estaba recorriendo el pasillo escuché el chillido de un cachorro que provenía del cuarto de Daniela, mi hermana menor. Abrí cautelosamente la puerta y enseguida se acercó a mí una pequeña bola de pelos negra moviendo su colita.

- ¿Y esa cosa? - le pregunté. - ¿De dónde la sacaste?

- Oiga, respete. - me regañó Daniela. - Primero es un perrito y  tiene nombre, se llama Betún. Segundo, me lo encontré en la calle viniendo de la escuela, y ahora es mío.

- Pulga, sabes que a mamá no le gustan los animales. -  Tenía que recordárselo.

- ¡Ay! tu tranquilo. Déjamelo a mí.- dijo con un tono burlón para luego decir: Oye, ¿otro problema? Hermanito, sabes que te quiero pero ya es suficiente. No te parece mejor revelarte y luchar por lo que en verdad te gusta?

Aún era una niña pero siempre da los consejos de una abuela.

- ¿Cómo vas con eso? – preguntó señalando la carpeta que sostenía en mis manos

Le enseñé el avance del cómic y al parecer le gusto muchísimo. Le agradecí y antes de salir me recordó que no olvidara la ilustración de ella que le debía desde su cumpleaños. Le sonreí y cerré la puerta detrás de mí sin decirle nada más. Aparte del cómic, había estado trabajando en esa ilustración por mucho tiempo, quería que estuviera perfecta y se lograra retratar todas las cualidades de mi Daniela.

Las semanas fueron pasando y la tensión poco a poco fue bajando en mi familia hasta que un día mi mamá encontró orines en su alfombra favorita. Primero me regañaron a mí hasta que mi hermana les contó que había encontrado un perrito en la calle, además les explicó sus argumentos para que lo dejaran quedarse. Como siempre, mi hermana logró convencerlos gracias a sus habilidades. Esta niña era tan inteligente y tan dedicada que fácilmente podría ser la mejor en cualquier cosa que se propusiera a conseguir.



Luego de un mes, mi padre llegó con la noticia de que haríamos un viaje la próxima semana. Usualmente habría puesto problema y no iría, pero ya había terminado mi comic y ese día en la mañana lo había enviado por correo al concurso. Resulta que iríamos a un pueblo lejos de la ciudad, al principio creí que el viaje estaría muy aburrido, pero fue completamente lo opuesto. Las actividades estuvieron muy divertidas, incluso sirvieron para que entre nosotros olvidáramos los problemas y disfrutamos en familia. Hoy volvimos al hotel muy cansados luego de una caminata por las montañas y canotaje por el río. Nos entramos a bañar y luego el cansancio nos derrumbó, incluso a Betún.

Aquí fue donde comenzó la gran tragedia. Cuando nos disponíamos a dormir, amenazaba con llover, pero nada fuera de lo normal, nos tranquilizaron los residentes de la zona. Mi mamá estaba muy preocupada porque nunca había visto un cielo más oscuro. Las nubes lucían pesadas y de un color parecido al humo que sale por una chimenea. Ignorando nuestros malos presentimientos, apagamos las luces.

Cerca de las dos y media de la madrugada empezamos a escuchar un extraño sonido. El correr del agua se oía muy cercano a nosotros y de fondo, se escuchaba gritos de personas. Al darnos cuenta de que algo grave pasaba, nos levantamos de inmediato muy asustados. El piso del cuarto estaba inundado y si no fuera porque mi hermana deja dormir a betún con ella, el perrito estaría muerto. Abrimos la puerta de la cabaña y el lugar era todo un caos. Árboles caídos, carros siendo arrastrados por la corriente y familias agarradas de las manos tratando de salir del agua. Teníamos que salir rápido del lugar. Nos adentramos en la boca del lobo para lograr salvar nuestras vidas. No había otra salida que atravesar el rio que se había desbordado. El agua corría con mucha fuerza  que algunas veces lograba sumergirnos separándonos unos metros de nuestros padres. Por debajo del agua podíamos sentir como rocas, ramas y otros objetos nos golpeaban. Unos de ellas me golpeo muy fuerte en la espalda y por un instante solté de la mano a mi hermana. De inmediato la corriente empezó a llevarla en sentido contrario al que íbamos, comenzó a gritar muy fuerte y no sé de dónde saqué fuerzas para nadar en busca de ella. Logré alcanzarla pero al tirar de ella hacia mí, de su garganta se desgarró el sonido más horrible causado por el dolor. Resulta que al parecer una roca o un tronco le golpearon muy fuerte su pierna derecha, estaba oscuro y no podía ver el agua, pero el olor a sangre me aseguró que el accidente fue grave y ésta debía ser atendida con urgencia. En medio del ajetreo no nos dimos cuenta que mis padres habían desaparecido. Seguramente se habían adelantado demasiado y por eso debíamos darnos prisa. Alcé a Dani en mi espalda y comencé a nadar, cada dos segundos me sumergía y tragaba agua que sabía a tierra. Debía sacar a Daniela rápido de aquí. Pasaron unos minutos y el nivel del agua comenzó a bajar y así mismo su fuerza. Estábamos siguiendo a un grupo de personas y gracias a ello pudimos llegar a una especie de isla. El alma me volvió al cuerpo cuando escuche la voz de mi madre llamándonos. Nos volvimos a reunir aliviados de estar vivos, nos dijeron que no faltaba mucho para llegar a donde estaban aterrizando los helicópteros para el hacer el rescate.

Caminamos 20 minutos y luego de un tiempo pudimos subirnos a este helicóptero. Siendo sincero, En este momento no estoy seguro que me guste la idea de haber abordado. Me niego a aceptar lo que mi mente supone que está pasando. Justo en frente a mí estoy viendo el reflejo de mi madre, pero un tanto viejo y portando muchas joyas de oro y un collar d perlas.  Era Alba, su cabello tan rubio es reflejo de cómo debería lucir el mío. Pero no es posible que esté en frente de nosotros. Mi abuela había muerto hace un poco más de dos años.

Mi madre nota su presencia, y con  cara estupefacta que parece no creer creer lo que sus ojos ven, se acerca a ella y comienza a llorar como una niña, inmediatamente y no sé de dónde vino, ellas dos pasan a otro helicóptero como si sus cuerpos no tuvieran materia, parece que se estuvieran marchando a un lugar lejano, aquel del cual nunca volverían. Mi madre en ningún momento volteo a mirarnos. Simplemente se fue.

- !No mamá!- comienzo a gritar- !No te vayas! !Por Dios! ¿Qué está pasando?

Sé muy bien lo que pasa, pero la situación es tan surrealista que me niego a aceptarla. Volteo a mirar a mi padre el cual sus ojos ya no muestran miedo o inseguridad. Sin embargo, yo sí tengo miedo y siento mucha desesperación. Busco a mi hermana y como su fuera una demanda de mi mente poderosa, aparece frente a mí, pero está tumbada, abrazada a Betún.  Parecía estar descansado en medio de un matorral. Ella no está aquí con nosotros. Mientras más nos elevamos su imagen se iba desvaneciendo. Mi padre y yo nos miramos y dijimos “Ella va a vivir”. Aquí es donde la preocupación y el miedo comenzaron a dejar mi cuerpo. De alguna u otra manera algo me dice que a partir de este momento todo marcharía bien. Pero aún había algo que me faltaba por hacer y no me podía ir sin antes decirlo.

- Te amo, pa. Gracias por todo.

Y con esas dos palabras se terminaron de ir todos mis pesares, mis males, miedos y culpas. Mi padre me abraza tan fuerte como nunca lo había hecho. Con ese abrazo entendí que los remordimientos y el miedo que sentía era no haber valorado lo que tenía. Ahora ya todo está bien. Solo teníamos que esperar a donde sea que nos llevará el helicóptero.

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