Estoy ubicada en “la montañita”, lugar conocido de la
Universidad por ser el preferido de los estudiantes para pasar el
rato con su grupo de amigos.
A esta hora de la mañana, el sol se hace
presente a cada segundo cambiando su intensidad gracias al constante movimiento
de las nubes. Además, el viento frio característico de estos lares hace que las
ramas de los árboles dancen con armonía, acompañadas por el
movimiento de mi pelo y las hojas de papel que tengo en la mano. El viento
además me ayuda a adivinar que están fumando las personas: marihuana o un
cigarro cualquiera.
En general es un ambiente agradable, no
hace ni mucho calor, ni mucho frio. El poco ruido que hay es el sonido del
viento, de los pájaros, los murmullos y risas de la gente, y algún que otro
vehículo comenzando su descenso.
Aquí hay diferentes tipos de grupos, en
donde el patrón suele ser que están reunidos entre seis a nueve personas. Por
un lado, hay un grupo que se caracteriza por ser los “urban boys”, un grupo de
chicos con pintas casuales,
camiseta negra estampada con algún diseño y jeans sueltos, algunos portan una
gorra. Parecen ser divertidos por que en lugar de estar sentados como los
otros, ellos se encuentran reunidos jugando con una pequeña pelota.
El resto de grupos están sentados
charlando probablemente sobre una materia o contando el último chisme. Unos son
más bullosos que otros, pero en general son chicos a los que se les nota que le
dan importancia a su apariencia.
Un chico en particular llama mi atención.
Está vestido con una camisa naranja y jean ajustado al cuerpo. Sobre su rostro
lleva unas gafas para el sol que, junto con su peinado, le dan un aspecto de
galán. Está fumando y tratando de conquistar a la chica que está sentada justo
frente a él, pero al parecer esta no tiene el más mínimo interés en el sujeto
porque no le presta atención. Quizá si se quitara los audífonos sería más
elocuente su comunicación caporal si quiere que la chica le responda de la
misma manera.
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